08 May 2010
AITOR ZABALGOGEAZKOA
A finales de abril entraron en su recta final las negociaciones para el nuevo Acuerdo de Libre Comercio entre la Unión Europea e India, con vistas a cerrar el tratado antes de finales de año. Conocemos pocos detalles porque se han desarrollado fundamentalmente a puerta cerrada, pero lo poco que ha trascendido en los últimos meses sobre las disposiciones relativas a las patentes farmacéuticas resulta extremadamente preocupante, ya que podría tener consecuencias en las vidas de millones de pacientes en los países en desarrollo.La UE está presionando a India para que acepte disposiciones relativas a la propiedad intelectual que, de ser aceptadas, restringirían considerablemente la producción y exportación de genéricos indios, en especial ampliando el tiempo de vida de las patentes más allá de los 20 años actuales y permitiendo la sistematización de las incautaciones por funcionarios europeos de genéricos indios en tránsito hacia terceros países. El impacto de tales disposiciones sería global, ya que India se ha convertido en la farmacia de los países pobres.Y es esto lo que está en juego en estas negociaciones que se celebran en Bruselas y Nueva Delhi, tan lejos de los centros de salud a los que acuden los pacientes sin recursos: el acceso a medicamentos esenciales allí donde más necesarios son, y en particular el de millones de enfermos de VIH/sida a terapias asequibles, tal y como ha venido siendo posible desde que, en 2001, saliera al mercado la primera triterapia a base de genéricos indios al precio de un dólar al día, 30 veces más barata que las formulaciones de marca disponibles entonces.Esta competencia forzó la reducción del precio en más de un 99% en los siguientes años. Sin ella, ninguno de los sistemas de salud, agencias especializadas y organizaciones que hoy tratan a pacientes sin recursos podrían haber ampliado sus cohortes a los volúmenes actuales. El 92% de los pacientes con VIH en tratamiento en los países en desarrollo reciben genéricos, y en su inmensa mayoría son indios: lo son entre el 70% y el 80% de los fármacos utilizados o financiados por el Fondo Global contra el Sida de la ONU, el Banco Mundial, la Fundación Clinton o el Programa Presidencial de Emergencia de Asistencia para el Sida (PEPFAR, en sus siglas en inglés) de EEUU, y el 80% de los utilizados por Médicos sin Fronteras.Para el sector farmacéutico, la cuestión está clara: la competencia de los genéricos fuerza reducciones de precios. Y desde la perspectiva médico-humanitaria, la cuestión es precisamente la misma: la reducción de precios, y con ella la posibilidad de que los medicamentos esenciales sean asequibles para millones de pacientes pobres, los mismos pacientes que de todas formas la industria farmacéutica no considera mercado.Ya nos hemos acostumbrado a que los gigantes farmacéuticos, los gobiernos de los países donde tienen sus sedes e influencias (y los pasillos de Bruselas son buena muestra de su capacidad de lobby), e incluso la prensa económica, se rasguen las vestiduras cada vez que asoma el debate sobre el genérico indio. La supuesta debilidad del sistema de propiedad intelectual, que en teoría impulsa la innovación, no se corresponde con la realidad: no sólo la última década ha sido la del refuerzo de patentes, sino que además han sido años de desprecio de la I+D por las enfermedades que afectan a la parte pobre del planeta.En 2001, la Declaración de Doha, adoptada por la Organización Mundial de Comercio, establecía que los beneficios económicos no deben estar por delante de la salud pública. Doha completaba las flexibilidades previstas en los Acuerdos ADPIC sobre Aspectos del Comercio relacionados con la Propiedad Intelectual. La Ley india de Patentes de 2005 cumplía con ambos, abriendo la posibilidad de registrar medicamentos con patentes de 20 años, pero estableciendo salvaguardas para evitar registros abusivos de fármacos que no suponen una innovación.Los intentos de las farmacéuticas de erosionar en los tribunales estas salvaguardas son constantes. Aún tenemos fresca en la memoria la demanda presentada por Novartis contra la Ley india, cuya constitucionalidad sigue ahora discutiéndose ante el Tribunal Supremo de ese país.Pero lo que cuesta conseguir en los tribunales se está imponiendo a golpe de tratado comercial: los acuerdos de libre comercio negociados por la UE y Estados Unidos con países en desarrollo han impuesto estándares más rigurosos que los previstos en los ADPIC, ampliando los monopolios de las farmacéuticas europeas y norteamericanas, restringiendo la competencia de genéricos y manteniendo precios prohibitivos. Y ahora, este nuevo tratado que ultiman la UE e India podría ser el golpe de gracia para los genéricos indios.Tanto la UE como India se comprometieron a cumplir con la Declaración de Doha. En enero, el comisario europeo de Comercio, Karel de Gucht, prometió seguir “muy de cerca” las negociaciones para asegurarse de que “no impidan el libre comercio de medicamentos genéricos”. “Yo me ocuparé personalmente de que así sea”, fueron sus palabras.Lo poco que se ha filtrado, desde luego, no llama a la esperanza. Desde Médicos Sin Fronteras le hemos pedido al Gobierno español, que ocupa la presidencia de turno de la UE, que vele por que el Acuerdo de Libre Comercio con India no acabe con la producción y exportación de los medicamentos genéricos indios. Medicamentos que, hoy por hoy, no lo olvidemos nunca en el debate, salvan cada día millones de vidas en los países sin recursos.
Aitor Zabalgogeazkoa es director general de Médicos sin Fronteras
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