¿Hay 'enemigos' del corazón ocultos en la tripa?
- Las bacterias del intestino también cumplen un papel importante
Lo decía José María Ordovás la semana pasada en la conferencia
inaugural de las XVII Jornadas de Nutrición Práctica celebradas en la
Universidad Complutense de Madrid: a medida que la ciencia avanza por
los intrincados caminos de la nutrición y la enfermedad cardiovascular,
el laberinto se complica un poco más.
Son muchas las novedades que la ciencia ha destapado en este campo en
los últimos años, pero también son cada vez más numerosas las
incógnitas que, en este sentido, los especialistas tienen que resolver.
Una prueba de esta doble cara la trae esta semana la revista 'The New England Journal of Medicine'.
Los datos de uno de sus trabajos aportan otro granito de arena a una
evidencia relativamente reciente: el papel que cumplen las bacterias que
pueblan nuestro intestino en el devenir de nuestro organismo.
Según este nuevo trabajo, liderado por W. H. Wilson Tang, del
Departamento de Medicina Celular y Molecular de la Clínica Cleveland
(EEUU), la microbiota resulta clave en la producción de una sustancia
'enemiga' del corazón.
En concreto, este equipo de investigadores ha comprobado que la
colina que llega al intestino a través de la dieta (está presente en
alimentos como el hígado, los huevos o el bacalao salado), se convierte,
'por culpa' de la acción de las bacterias intestinales, en
trimetilamina, una sustancia que posteriormente se transforma en el
hígado en óxido de trimetilamina (TMAO), cuyo papel favorecedor de la aterosclerosis se ha demostrado en varias ocasiones.
La acción de la flora bacteriana es fundamental, tal y como ha
demostrado la investigación. Sin ella, la 'producción' de TMAO en el
organismo se interrumpe.
La investigación
Los científicos llevaron a cabo su estudio en dos fases. Primero,
sometieron a un grupo de 40 voluntarios sanos a un experimento
alimentario para 'seguir el rastro' de la colina una vez en el
organismo. Así, cada individuo debía tomar dos huevos duros junto a una
cápsula que contenía una especie de 'trazador' que mostraba el
metabolismo de la colina a través de una espectrometría de masas.
Los investigadores comprobaban, a través de análisis de sangre y
orina, la presencia de TMAO después de estas provocaciones alimentarias,
que se realizaron, tanto con el intestino en condiciones normales, como
después de haber sometido a los voluntarios a una terapia intensiva con antibióticos que destruían su flora intestinal.
Los análisis dejaron claro que el tóxico TMAO sólo aparecía cuando la flora bacteriana estaba presente. Mientras la acción de los antibióticos era notable, el metabolito no aparecía.
En una segunda fase, los investigadores quisieron comprobar qué
relación existían entre la presencia de unos niveles elevados en plasma
de TMAO y la aparición de un problema cardiovascular grave a medio
plazo.
Para ello, realizaron a un seguimiento a más de 4.000 participantes
que se habían sometido a una angiografía (un estudio del estado de sus
vasos sanguíneos), aunque no presentaban signos de padecer un síndrome
agudo coronario. El estudio de sus casos a lo largo de tres años mostró
que aquellos que tenían niveles más altos de TMAO, también tenían más
riesgo de padecer un ictus o un infarto, tal y como sospechaban los
investigadores.
En su trabajo, estos científicos reconocen que su trabajo abre nuevas e importantes vías de investigación,
como conocer la utilidad de restringir los niveles de colina en la
dieta o averiguar si puede utilizarse una 'terapia antimicrobiana' para
reducir de forma significativa el riesgo cardiovascular, aunque serán
necesarios muchos estudios para llegar a una conclusión clara.
Coincide con su punto de vista Enrique Galve, presidente de la
sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad
Española de Cardiología (SEC). "Es un tema muy interesante y la
investigación está muy bien hecha, pero lo cierto es que estamos todavía
muy lejos de que esto produzca una evidencia científica que se pueda
aplicar al día a día", señala el especialista.
"No se sabe aún cuáles son las bacterias responsables de esto, ni
cómo podríamos librarnos de ellas, porque la eliminación de toda la
microbiota no es una opción, así que hay que esperar al resultado de
nuevas investigaciones", continúa Galve, quien cree que "serán muchas
las hipótesis que surjan a través de este trabajo".
Por otro lado, el cardiólogo cree que, aunque útiles, estudios de
este tipo sirven de acicate para la industria de los alimentos
funcionales, que los utiliza como apoyo de sus propias propuestas. "Lo
cierto es que, a día de hoy, la mayor parte de estos productos se
sustenta en un respaldo científico extremadamente limitado", concluye.
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