Aceite de oliva: un año de buena cosecha
Cientos de botellas a la espera de ser llenadas con aceite de oliva.| Manuel Cuevas
Está siendo un buen año para el aceite de oliva, y no me refiero a la
producción, que parece que no se vaticina muy halagüeña y ya el precio
apunta hacia arriba, sino al reconocimiento científico de sus
propiedades saludables en el contexto de nuestra dieta Mediterránea.
Hace sólo unas semanas saltaba a los medios de comunicación nacionales e internacionales los resultados del tan esperado Estudio español Predimed
que venía a confirmar, con el más alto nivel de rigor científico, lo
que ya se había observado e intuido por décadas. Es decir, que el
consumo de aceite de oliva extra virgen protegía contra las enfermedades
cardiovasculares en individuos de alto riesgo.
Pero por si eso no fuera suficiente, unos días después aparecía la noticia de que nuestro aceite de oliva, y más específicamente uno de sus compuestos (denominado oleocantal), podría proteger contra el Alzheimer
y potencialmente contra otras demencias neurodegenerativas. La
importancia de este hallazgo es tremenda si tenemos en cuenta que sólo
la enfermedad de Alzheimer afecta a 30 millones de personas a nivel
mundial y que, con un mundo en continuo estado de envejecimiento, este
número seguirá creciendo de forma alarmante y sin clara indicación de
que podamos todavía prevenirla o curarla farmacológicamente.
Como la vasta mayoría de los descubrimientos científicos, éste no fue
el resultado de un momento de 'eureka', sino de un largo periodo de
experimentación que, como en muchas ocasiones anteriores, surgió de una
observación casual que no cayó en saco roto sino en mentes preparadas
para 'conectar los puntos'.
El picor del aceite
La historia comenzó aproximadamente hace una década, cuando unos
investigadores norteamericanos que participaban en un congreso
científico en Sicilia se vieron expuestos, quizá por primera vez, a las
sensaciones organolépticas del aceite de oliva extra virgen recién prensado.
En principio, la experiencia de uno de ellos no fue muy positiva, ya
que al tomarlo sintió una fuerte sensación de picor en la garganta que
le recordó vívidamente a lo que sentía cuando se tomaba ibuprofeno para
mitigar sus dolores de cabeza. Esta observación no cayó en el olvido y
cuando volvió a su universidad, su curiosidad científica le llevó a
embarcarse en la tarea de identificar y aislar el producto del aceite de
oliva responsable de la sensación que había experimentado en Sicilia.
La fortuna le acompañó y poco después aisló tal sustancia, a la que
bautizó como oleocantal (oleo=aceite; cant=picadura; al=aldehído).
No solamente fue capaz de aislar el compuesto sino que además,
coincidiendo con su sensación organoléptica inicial, el oleocantal
resultó ser un fuerte compuesto antiinflamatorio con propiedades muy
similares al susodicho ibuprofeno o la aspirina. Estos resultados fueron
tan impactantes y novedosos que fue capaz de publicarlos en la
prestigiosa revista científica 'Nature'. Ante tal descubrimiento, este
científico y otros en su grupo del Monell Chemical Senses Center y de la
Universidad de Pensilvania (EEUU), no se durmieron en los laureles (ni
debajo de los olivos) y siguieron indagando acerca de las propiedades
del oleocantal.
Alzheimer
Su investigación les llevó a demostrar, y a publicar en el año 2009 en la revista 'Toxicology and Applied Pharmacology', que este compuesto del aceite de oliva virgen extra podría ser útil para la prevención y tratamiento del Alzheimer,
ya que era capaz de cambiar la estructura de unas proteínas
neurotóxicas que contribuyen al desarrollo de la enfermedad, haciéndolas
menos dañinas.
Esto coincidía con la evidencia epidemiológica de que la prevalencia
de Alzheimer, al igual que la de las enfermedades cardiovasculares, era
menor en países consumidores de aceite de oliva. Sin
embargo, en el proceso científico, es importante que se lleven a acabo
verificaciones independientes de los hallazgos para asegurar su validez y
esto es precisamente lo que se ha producido en las últimas semanas en
un trabajo aparecido en la revista 'Chemical Neuroscience',
en el que, además de confirmar las propiedades protectoras del
oleocantal, se identifica un nuevo mecanismo por el que este compuesto
ejerce su función y que se basa en ayudar a disminuir la acumulación de
proteínas anómalas que caracterizan el cerebro afectado por Alzheimer.
Por si esto fuera poco, un equipo del Instituto Italiano de Biologia
Celular y Neurobiología ha rematado la faena al publicar en la revista 'Nutrition'
resultados que muestran que un extracto natural de polifenoles de
aceite de oliva podría influir positivamente sobre aspectos relacionados
con el aprendizaje y la memoria mediante su efecto sobre las
neurotrofinas, de las que ya hemos hablado anteriormente en esta sección.
Sin embargo, y a pesar de nuestro natural entusiasmo, hay que
puntualizar que este estudio es muy preliminar y además fue realizado en
ratones; por lo que aquellos que hayan pensado en reemplazar horas de
estudio por aceite de oliva (o de su extracto) quizá deberían esperar a
que la evidencia madure y los estudios demuestren su eficacia en
humanos.
Es interesante reflexionar acerca de que algo que puede llegar a
tener tanta repercusión parece el fruto de la casualidad y de la suerte,
pero como ya decía Louis Pasteur: "La fortuna juega a favor de una mente preparada".
Por lo tanto, no echemos por la borda, como está ocurriendo, a las
mentes preparadas que ya tenemos, ni arrinconemos en un segundo plano la
educación de las mentes jóvenes en estos momentos en los que la
situación económica obliga a recortar. De lo contrario haremos honor a
don Miguel de Unamuno con su "que inventen ellos". Y así nos va.
José Mª Ordovás* es director del
laboratorio de Nutrición y Genómica del USDA-Human Nutrition Research
Center on Aging de la Universidad de Tufts (EEUU), profesor de Nutrición
y Genética, director científico del Instituto Madrileño de Estudios
Avanzados en Alimentación (IMDEA) e investigador colaborador senior en
el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (Madrid).