Euro por receta. Un impuesto de muerte
por @eXlandia
Jueves, 03 de Enero de 2013 20:36
Los jubilados con rentas absurdas, las personas sin recursos, los
que generalmente gozan de peor salud y por tanto necesitan más recetas,
serán ahora incapaces de comprarlas todas, empezarán a vivir peor, y con
el tiempo su muerte se acelerará...
Tengo cáncer. Uno de esos que se extiende por
tu sistema linfático devorándolo poco a poco y al final te mata. No
fumo, no bebo, no me drogo, como equilibrado y practico deporte de vez
en cuando. No es hereditario. No lo tengo por ninguna imprudencia que
haya cometido durante mi vida, ni por ninguna irresponsabilidad.
Sin embargo el gobierno ha decidido castigarme. A
partir de este año tengo que pagar un impuesto de un euro cada vez que
compro una medicina que me receta mi hematóloga. No son recetas que me
pueda hacer yo mismo, son las que me manda la experta en medicina que me
atiende porque cree que las necesito. Algunas son para evitar que se
desarrollen otras enfermedades adicionales aprovechando que mi sistema
inmune está destrozado; otras son para evitar el dolor de la
quimioterapia.
Lo terapia que evita que no me muera produce dolor.
Mucho dolor. El dolor tiene la propiedad de que aplasta tu mundo y te
obliga a enfocarte todo el día en él. No puedes hacer nada, y lo peor es
que ni siquiera puedes descansar, tienes que vivir tu dolor. Son
dolores que no se pueden imaginar aunque uno los cuente,
desgraciadamente hay que vivirlos para comprenderlos. Es una experiencia
que no sirve para nada, y lo realmente terrible es que estás atado a
ella. Sabes que puntualmente cada dos semanas vas a tener que
enfrentarte a una nueva sesión de dolor. Durante muchos meses.
Por ello, repito, el gobierno ha decidido
castigarme. El gobierno cree que debo pagar más por luchar contra el
dolor y contra la enfermedad. El gobierno ha puesto un impuesto a la
vida.
No va dirigido a hacer pagar a los que más tienen, y
por tanto más pueden ofrecer; no va dirigido a los que han obrado
incorrectamente, y por lo tanto pretendemos penalizar para que cambien
su actitud; va dirigido a los que quieren vivir.
Y el impuesto funciona. Los jubilados con rentas
absurdas, las personas sin recursos, los que generalmente gozan de peor
salud y por tanto necesitan más recetas, serán ahora incapaces de
comprarlas todas, empezarán a vivir peor, y con el tiempo su muerte se
acelerará. Lo que no consiguen las multas de tráfico, lo que no consigue
un sistema penal y carcelario que sólo produce reincidencia, lo que no
consiguen las multas fiscales, aquí sí triunfará. El impuesto contra la
vida producirá muerte.
No hay ningún argumento, por mucho que venga de
supuestos expertos en economía, del ministerio alemán, de organismos
internacionales o de quien sea, que pueda justificar esto. Es totalmente
inconcebible pensar que diseñemos una sociedad donde se necesite
penalizar la vida. No hay debate posible en esto. Y todos los que están
poniendo en marcha o permitiendo por omisión la construcción de este
sistema de muerte, algún día serán llevados por nosotros ante la
justicia y pagarán por esta atrocidad. No olvidemos sus caras ni sus
nombres.
Mientras tanto, podemos dirigirnos orgullosos y
felices a nuestras farmacias a desobedecer este impuesto de muerte. Lo
único que tenemos que hacer es decir en la farmacia que no vamos a pagar
este impuesto, y al momento los farmacéuticos nos ofrecerán un
formulario donde señalamos nuestro acto de desobediencia. Lo rellenamos y
sólo tendremos que pagar el valor de la receta. Vamos a negarnos todos y
vamos a colapsar sus sistemas con nuestros formularios de vida.
Por supuesto el gobierno intentará cobrárnoslo más
adelante, posiblemente incluso penalizándonos más todavía. Pero cuando
llegue el momento volveremos a negarnos. Desobedeceremos una y otra vez,
porque el sistema no puede hacer nada. Porque el sistema realmente
somos nosotros. Y cuanto más desobedezcamos y más seamos conscientes de
esto, antes podremos quitarnos a estos criminales de encima y empezar a
construir el mundo en el que realmente queremos vivir nosotros, los
ciudadanos.
Yo ya he empezado a hacerlo. Y me siento más vivo que nunca.
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