viernes, 15 de abril de 2011

Diez veces más mercurio en la sangre que los alemanes

El primer estudio preliminar sobre la presencia de elementos contaminantes en el organismo de los españoles confirma los altos niveles de este metal pesado en comparación con otros países.

JAVIER SALAS MADRID 15/04/2011

El consumo de atún está detrás de buena parte del mercurio que se encuentra en el organismo de los seres humanos. afp El mercurio, uno de los metales pesados que más amenazan la salud pública, está demasiado presente en el organismo de los españoles. En concreto, a niveles que multiplican por diez los encontrados en ciudadanos de Alemania, Estados Unidos y Canadá en estudios previos. Los responsables del informe, presentado ayer por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, insistieron en que los resultados son todavía provisionales. Sin embargo, los representantes del Gobierno que asistieron a esta presentación reconocieron que se trata de unos números que generan preocupación. "No es un dato para alarmar ni alertar a la población", aseguró la máxima responsable del estudio, Argelia Castaño, jefa del Área de Toxicología Ambiental del Instituto de Salud Carlos III. No obstante, reconoció que los resultados sí que deberían preocupar en el caso de las mujeres embarazadas españolas. "En su caso, habría que tomar medidas", señaló la investigadora del Instituto de Salud Carlos III. Castaño señaló que aunque durante muchos años se pensó que la placenta protegía de los agentes tóxicos a los fetos, ahora ya se sabe "que no es tal barrera". El mercurio puede perjudicar el desarrollo del cerebro del feto La primera en mostrar su preocupación tras conocer los resultados fue la secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera, quien consideró que cuando se confirmen por completo se deberían "requerir políticas más agresivas" frente a las sustancias químicas contaminantes que pueden afectar a la salud de los ciudadanos. Ejemplo del tabaco "Es necesario reducir la presencia de mercurio", admitió Ribera, aunque no quiso ser más concreta a la hora de señalar las actuaciones necesarias para alcanzar esa meta. En ese sentido, puso como ejemplo la Ley del Tabaco, ya que otros elementos contaminantes analizados en el estudio, como el cadmio o la cotinina, tienen como principales víctimas a los fumadores. Para Ribera, es "absolutamente crítico acelerar" la transformación a sistemas industriales que no usen mercurio. Son necesarias "políticas más agresivas", admite el Ministerio Castaño recordó durante su exposición que el elemento que más contribuye al aumento de mercurio en el organismo de las personas es la ingesta de pescado, sobre todo el de gran tamaño, como asegura la literatura científica mayoritaria. Los resultados de su trabajo lo corroboran: buena parte de las zonas costeras españolas registraron unos índices más altos que laszonas interiores. En concreto, las comunidades autónomas con mayor nivel de mercurio en el cuerpo de sus habitantes son Andalucía, Murcia, Valencia, Galicia, Asturias y Cantabria. En el extremo contrario se sitúa Castilla y León, una de las regiones donde menos pescado se consume en España. Semejantes a Japón La UE pretende etiquetar el atún con una advertencia a las embarazadas A pesar de que la comparación entre Alemania y España es muy llamativa, Castaño quiso enviar un mensaje de tranquilidad al asegurar que el mercurio encontrado en la sangre de los españoles se encuentra a niveles "semejantes" a los de otros grandes consumidores de animales marinos, como Japón y algunos paísesmediterráneos. Los datos del estudio, realizado a 1.936 personas de 18 a 66 años de 12 autonomías distintas, también muestran que, lógicamente, el contenido de mercurio en el cuerpo de los mayores es más alto que en el de los jóvenes, puesto que se acumula en el organismo con el tiempo. Además, el nivel medio es ligeramente superior en hombres queen mujeres. Tras la presentación de la investigadora del Instituto de Salud Carlos III, el director general de Calidad y Evaluación Ambiental, Jesús Huertas, reconoció el valor del estudio para dar "un paso importante en el conocimiento" de un área que "preocupa" al Gobierno. Junto a él, la directora de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud, María Neira, aseguró que su organismo se disponía a incorporar estos hallazgos porque "ponen a España en el mapa" de la investigación de contaminantes. Neira recordó que la Unión Europea acaba de retirar todo material médico que incluya mercurio. España ha realizado este informe, que será publicado en verano, para cumplir con las exigencias de la Unión Europea sobre contaminantes orgánicos persistentes y sustancias químicas. Alemania realiza estas investigaciones desde 1986, mientras que Estados Unidos trabaja en la materia desde 1976. El estudio español, encargado por el Ministerio de Medio Ambiente y realizado con la ayuda del de Ciencia e Innovación, también comparaba los niveles españoles de otros elementos químicos con países desarrollados. Los niveles españoles de cadmio y plomo en el organismo son similares a los de otras naciones desarrolladas. De la fábrica al plato El problema del consumo de pescado con mercurio es conocido. Este metal pesado llega al mar desde las industrias químicas, como las fábricas de cloro, y se introduce rápidamente en la cadena alimenticia de los animales marinos. Allí se incorpora al organismo de los grandes peces tras comerse a los más pequeños, que lo consumen en elplancton. El atún y el pez espada son los pescados con más mercurio en su cuerpo. "A los adultos no les va a pasar nada con los niveles detectados en España", indica el científico del CSIC Eduard Rodríguez Farré, miembro del Comité Científico de la UE sobre Riesgos Emergentes para la Salud Pública. Sin embargo, Farré explica cómo el daño se le puede producir al feto cuando la madre ha consumido mucho pescado durante el embarazo. "Demasiado mercurio puede tener un impacto negativo en el neurodesarrollo fetal. No serán patologías graves, pero sí pueden darse alteraciones neurocognitivas que afecten al aprendizaje", advierte. Farré recuerda que, más allá del pescado, las bombillas de bajo consumo han surgido como una nueva fuente de mercurio inorgánico que puede suponer una amenaza a la larga. Al romperse, estas bombillas emiten vapor de mercurio, por lo que el experto cree que debería regularse mejor su gestión como residuo y advertir a los consumidores sobre su manejo. La responsable de Residuos de Ecologistas en Acción, Leticia Baselga, considera "gravísimo" que un informe ministerial admita públicamente que el origen de los altos niveles de mercurio en la población española se debe al pescado. "Siempre lo han negado, para evitar problemas de alarma social", asegura Baselga. Según esta portavoz ecologista, para atajar el problema debe acudirse al origen industrial del mercurio, restringiendo al mínimo su uso. Baselga recuerda que la Unión Europea pretende etiquetar el atún con una advertencia para que mujeres embarazadas y lactantes moderen su consumo. "Los japoneses, además, controlan el nivel de mercurio de los atunes en el propio barco de pesca", sugiere. Un riesgo para la mitad de los bebés ¿Cuántos niños españoles tienen exceso de mercurio? Más de la mitad de los españoles nace con niveles excesivos de mercurio en sangre, según desveló en enero el mayor estudio realizado hasta la fecha en nuestro país. El trabajo, que analizó la sangre del cordón umbilical de casi dos millares de mujeres, mostró que el 64% de los bebés está expuesto a niveles considerados inseguros por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. ¿El metal representa un riesgo para los recién nacidos? Los autores del estudio, del Consorcio de Investigación Biomédica de Epidemiología y Salud Pública de España, pidieron calma tras publicar su trabajo, ya que no habían detectado "efectos graves" asociados a los niveles altos de mercurio en los niños, de momento. El metilmercurio, la forma más tóxica del metal, es neurotóxico y puede provocar problemas en el habla y en el desarrollo motor. ¿Qué se puede hacer para evitar la exposición al tóxico? En 2008, la Comisión Europea pidió a "las mujeres que puedan estar embarazadas, las que estén embarazadas o las mujeres lactantes" que redujeran a una mínima ración, menor de 100 gramos, su consumo de pez espada, lucio o tiburones por semana. La Comisión también recomendaba a estas mujeres no comer atún más de dos veces por semana, para evitar que el mercurio almacenado en la carne del pescado pase al feto o al recién nacido. En España, los tiburones más consumidos son el cazón, preparado en adobo en Andalucía, y la tintorera, que se vende congelada.

viernes, 8 de abril de 2011

ESTUDIO | Enfermedades coronarias.El peligro de las horas extras

Un horario de 11 horas o más favorece el desarrollo de estas dolencias Se resiente la resistencia psicológica y se padecen distintas enfermedades Silvia R. Taberné Madrid Actualizado martes 05/04/2011 09:01 horas Echar alguna que otra hora de más en el trabajo -sobre todo ahora en plena crisis- es ya pura rutina para muchos trabajadores que buscan conseguir un poco de dinero extra. Pero si tenemos en cuenta las conclusiones de un estudio realizado a varios empleados de la administración pública británica, no estaría de más dedicar unas cuantas horas extra a nosotros mismos para evitar aquello de 'afortunado en el trabajo.... pero no tanto en la salud'. El estudio, publicado por 'Annals of Internal Medicine', recoge el seguimiento a 7.000 trabajadores de entre 39 a 62 años que no presentaban riesgo de enfermedades coronarias en sus exámenes médicos de principios de los años 90. Todos ellos tenían como característica común un horario laboral continuo excasivamente largo, una jornada que, unidos a otros factores, puede estar detrás de que 192 de estos empleados terminaran desarrollando a los 12 años una enfermedad coronaria grave. Investigando los exámenes médicos que estos pacientes se realizaron hasta 2004, junto con los datos de los hospitales y las encuestas que contestaron, los expertos ingleses descubrieron un dato que consideran "interesante". Aquellas personas con un horario laboral de 11 horas o más tenían un 67% más de posibilidades de sufrir enfermedades coronarias que los que trabajaban siete u ocho horas. Aunque el propio estudio indica que todavía hay que investigar más sobre la influencia de los horarios laborales en este tipo de enfermedades -por ejemplo con más pacientes, así como con aquellos que tengan un un nivel más alto de riesgo-, los autores se animan a afirmar que este factor puede ayudar a concretar mejor los resultados del llamado Índice de Framingham. Este índice tiene su origen a mitad del siglo XX en EEUU y es la base de los cardiólogos que estudian el riesgo de toda persona de parecer una enfermedad coronaria. Cón él se identificaron las características individuales que contribuían en un plazo de 10 años a desarrollar este mal. ¿Cuáles son? Entre las clásicas se estudia el colesterol HDL, las lipoproteínas, el tabaquismo o la edad. Desconectar del trabajo "Aunque los cardiólogos seguimos estudiando los factores clásicos en personas que tienen un riesgo alto de parecer del corazón, es lógico que el componente 'horas de trabajo' puede incidir; más que nada porque si tenemos jornadas de 11 horas o más ya nos obliga a comer fuera de casa, lo que significa normalmente comida más grasienta y, si trabajamos en una oficina, no hacemos ejercicio físico durante todas esas horas", comenta a ELMUNDO.es Petra Sanz, coordinadora del Programa Empresas Saludables y miembro de la Fundación Española del Corazón. Pero ya no es sólo a nivel físico, sino también psicológico. "Si la persona desarrolla un estrés crónico, al tener un horario de estas características durante mucho tiempo seguido se termina resintiendo la resistencia psicológica llevando a desarrollar distintas enfermedades, sobre todo si esa persona ya pasa de los 40 años", asegura a ELMUNDO.es el especialista en Psiquiatría, Fernando Sarráis, autor del libro 'Aprendiendo a vivir: el descanso'. Sin embargo, pocos son los afortunados capaces de decidir cuántas horas al día van a trabajar. "Lo primero a tener en cuenta es que no es lo mismo un trabajo de albañil que de oficinista, por ejemplo", comenta Sarráis, "porque aunque el de albañil es más duro físicamente, también es más mecánico, mientras que aquellas personas que tienen un trabajo de mucha responsabilidad les cuesta desconectar, con lo que al final trabajan más". "Jornadas laborales excesivas pueden provocar diferentes enfermedades, no sólo cardiovasculares, sino también otras como la astenia crónica, que es esa sensación de cansancio durante todo el día", explica Sarráis. Para evitarlo, Petra Sanz realiza una serie de recomendaciones: "La ley del tabaco que hay ahora es efectiva, pero también se podría aumentar los menús saludables en los comedores de los trabajos o que la propia empresa promoviese el ejercicio físico, desde animar a utilizar las escaleras y no el ascensor hasta promoviendo torneos deportivos entre los trabajadores". Con todo ello y según los especialistas, "se evitan enfermedades y se gana en productividad para la empresa".

lunes, 4 de abril de 2011

Paro, emergencia de salud pública

El desempleo puede multiplicar por siete el riesgo de contraer enfermedades mentales

Joan Benach y Carles Muntaner El Periódico La última gran crisis del capitalismo, generada y aprovechada por banqueros, grandes empresarios y gobiernos conservadores, ha aumentado la desigualdad, la pobreza y el desempleo en el mundo, una gran parte de cuya población está desprotegida. De los más de 205 millones de parados, solo el 13% tiene protección social, y solo una de cada cinco personas accede a una pensión y a la protección de la salud. En España, unos pocos años de profunda crisis han empeorado dramática y desigualmente el desempleo, el más alto de los países ricos. Las cifras lo dicen casi todo: España ha generado uno de cada 20 nuevos parados en el mundo. Desde el 2007 se ha pasado de 1,7 a 4,7 millones de parados (del 8% a más del 20% de la población activa) afectando más a los jóvenes (43%), inmigrantes (más del 30%) y clases sociales pobres con menos educación (43% en analfabetos y 30% con educación primaria frente al 11,7% y al 2% en quienes tienen educación superior o doctorados). En 1,3 millones de hogares nadie tiene trabajo, hay un millón de parados de larga duración (más de dos años), y 1,5 millones de parados sin ingresos.Aunque mucho menos visible que un terremoto o una inundación de grandes proporciones, el brutal impacto del paro sobre la vida y la salud de la población comporta una situación que cabe calificar como de emergencia nacional. El paro produce una incontable cascada de efectos que incide sobre muchos aspectos cotidianos. La inseguridad de parados y trabajadores incrementa la desesperanza y el miedo, la xenofobia y la violencia. La amenaza de quedar sin trabajo se convierte en un mecanismo disciplinario y de presión sobre la clase trabajadora, que aumenta a medida que crece el desempleo. El paro paraliza carreras profesionales, reduce la autoestima, genera estrés psicológico y numerosos riesgos que dañan la salud. Aumenta la probabilidad de enfermar, tener problemas de ansiedad o depresión (tres veces más que en quienes trabajan), engancharse a drogas como el alcohol o tabaco, morir prematuramente o suicidarse.Los problemas empeoran en las familias obreras, los pobres y las madres solas con hijos. En los parados sin subsidio, por ejemplo, los problemas de salud mental se multiplican por tres si son profesionales y por siete si son obreros, riesgos que se reducen mucho cuando hay ayudas. Tras cada dato, se esconde una invisible retahíla de historias vitales llenas de desesperación, lucha y dolor: «Estoy sin trabajo y pago un préstamo hipotecario, si dejo de cobrar me quitarán el piso, no quiero ni pensarlo»; «soy una madre de 35 años desesperada, en poco tiempo me veo en la calle y sin nada, tengo una hija de 13 años a la que no puedo ofrecer nada»; «en casa vivimos ocho personas, con tres niños, solo una trabaja y no entran ingresos, estoy dispuesto a robar si es necesario para sacar adelante a mi familia»; «voy a cometer alguna locura si esto no se arregla»…Los efectos del desempleo sobre la sociedad y la salud pública son la punta del iceberg de otras condiciones de empleo. Junto a los desempleados oficiales hay parados encubiertos (quienes dejan de buscar trabajo), subempleados (quienes quieren trabajar más horas o buscan un trabajo más regular), múltiples formas de autoempleo marginal y empleo informal (actividades laborales remuneradas sin cotizar a la Seguridad Social de las que se benefician empresarios sin escrúpulos) y la precariedad laboral (asalariados inseguros con salarios bajos, alta vulnerabilidad, escasa protección y derechos e incapacidad de ejercerlos). A diferencia del paro, los indicadores de esos empleos son mucho menos precisos o no existen. Por ejemplo, la elevada cifra de contratos temporales (25%) no refleja la situación real de precariedad laboral que se distribuye desigualmente (90% en mujeres obreras inmigrantes jóvenes, por 20% en hombres profesionales españoles mayores de 30 años). La precariedad, o trabajar intermitentemente con periodos de paro y precariedad, daña la salud: a peor situación laboral, peor salud.Las políticas neoliberales que flexibilizan una supuesta rigidez laboral, recortan servicios públicos y debilitan la negociación colectiva y la protección social crean inseguridad en los trabajadores forzándoles a ser sumisos y aceptar la explotación. Un Estado del bienestar merecedor de ese nombre debe tener políticas de protección social que permitan vivir dignamente y con buena salud. El devastador impacto del desempleo y la precariedad requieren realizar con urgencia políticas fiscales progresivas y redistributivas que permitan mejorar la protección social. Instaurar una renta básica universal no condicionada, por ejemplo, reduciría la pobreza (nueve millones de pobres; 650.000 de ellos con menos de 250 euros al mes), desmercantilizaría las relaciones laborales y aumentaría el poder de negociación de unos trabajadores que no tendrían que aceptar empleos degradantes, injustos y peligrosos. Sin políticas como esas, millones de personas seguirán pagando los efectos de la crisis con su salud y con su vida.Joan Benach y Carles Muntaner son miembros del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud de la Universidad Pompeu FabraFuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4058 rCR